jueves, 24 de marzo de 2011

La ventana indiscreta. Crónicas tras un peroné roto.

                                       
CUT COPY Y LA SELECCIÓN NATURAL

Martes. Quinto día inmóvil. Cielos grises regados a ratos de claros y sol. Día mundial del agua, una celebración marginal en comparación con las mediáticas Sida, Halloween, San Valentín e Inocentes. Me he levantado con un tremendo dolor de cabeza y el habitual del pie debido a que no duermo bien. Cada movimiento es una alarma, una batalla contra el elemento, “la obra del Escorial”, que lo llama mi amiga Laura, así es que he pasado el día chuzándome a calmantes, sin poder escribir.

Miércoles. No sé qué se celebra hoy pero llueve a mares. Quinta jornada de la intervención de la coalición en Libia, 250.000 japoneses evacuados de Fukushima y despedida a Liz Taylor. Temperatura primaveral, eso sí.

Hay gente que, a pesar de la humedad, atraviesa el parque. Sobretodo los turistas, que triunfan en mi recuento de transeúntes habituales. La mayoría proceden de la tierra de Obama. Los identifico por las gorras, los pantalones caídos, el pelo extra lacio y rubio, las cazadoras sport, las deportivas último modelo, las camisetas de excelente algodón, y, sobretodo, por su corpulencia. No parecen llevar ni pistolas ni rifles, lo que me decepciona.

Justo a estas horas, entre las dos y las cinco de la tarde, comienza el desfile mayor. He comprobado que es entonces cuando la escalera y el asfalto ganan en tráfico. Enternece ver a un abuelo de la mano de su nieta. Se repiten las venidas de mochileros de instituto. También veo algunos campistas vagabundos, procedentes del refugio municipal del parque, con su saco de dormir y la casa a cuestas en el hombro. Hay concierto de cláxones en el semáforo. Madres, padres e internas de regreso del colegio, y poco más. La noche, anaranjada por la luz de las farolas, es para los corredores, los paseadores de perros y los oficinistas.

A eso de las seis ha aparecido una muchacha de pelo largísimo, latina, parada más de una hora en uno de los descansillos de la escalera, mirando al frente, hacia el tráfico de coches. Pensaba que estaba esperando a que su mascota defecara y olfateara. Sin embargo, ha bajado de nuevo al primer escalón para encontrarse con un amante o novio, también latino. Han aparcado otra hora más en el descansillo, frente a mi, a ratos hablando, otros regalándose besos y arrumacos. Entonces tres gitanos del Este o tres kurdos, no he sabido distinguir muy bien, se han sentado frente a ellos, en una ladera bajo un pino, a beber vino de Tetra brick, fumar y charlar. Llevaban también la casa a cuestas, incluido un edredón. Uno de ellos ha meado el vino tras un arbusto antes de irse.

Todo esto ocurrió ayer. Contemplaba estas escenas, con mi cabeza embotada, delirando con que era yo la que expulsaba el chorro de vino sobre el yeso entero del  peroné, cuando sonó el móvil. La línea venía de lejos, noté un extraño retardo al inicio de la conversación, estilo comunicación transoceánica. “Hello?...¿Hola?”, resultó ser Tim desde un móvil australiano. Le conozco de mi viaje surfero por el mundo, poco antes de que él se hiciera famoso como guitarrista y yo me rompiera este peroné. “Estoy en Madrid, hemos acabado la prueba de sonido”, me dijo. ¿Dónde estás? How´re ya?.

Le expliqué que estaba inmóvil y se vino a casa con Dan, el cantante. Trajeron un Ribera y una mix tape deliciosa a la que habían llamado ‘A tale of two journeys’. Dan finísimo y muy guapo, Tim contagiaba energía, como siempre. Por un instante, al sentarse, pensé que era gracioso que la mitad de Cut Copy estuviera en mi salón, frente al Cuartel de la montaña, recordando viejos tiempos anónimos, cuando me engancharon a su juego favorito, el Scrabble, en tierra de canguros.

Venían de Oporto y tocaban en la ciudad, a unos metros de aquí. Hablamos de Sonic Youth y de los pastelitos de Belem, que Tim adoraba. Les conté lo de los Kurdos o los rumanos. Tras una rápida puesta al día sobre lo que era el Cuartel de la montaña – les apasionó la historia de los fusilamientos napoleónicos-, mi enamoramiento platónico del cantante de Wild Beasts – que les hizo reír a carcajadas -, sus éxitos musicales, nuestras noches sin dormir, y una estúpida exhibición de mi manejo a las muletas, los tres nos quedamos perplejos ante el televisor cuando vimos aparecer un ave fusil. “¡Creo que es australiana!”, comentó Dan.

Fue el inicio de una escena inolvidable. Tim, Dan y yo pasmados ante el despliegue amoroso del ave fusil, de garganta celeste, plumaje negro caoba abriéndose de arriba a abajo como el abanico de Carmen, la de Merimé, y el balanceo de cabeza de un lado a otro, con precisa excitación, a lo Travolta. A partir de entonces, el Ribera nos supo a calor húmedo, a olas del Pacífico y jamón ibérico, a una tarde entre arbustos secos y a amor. “Me encanta el vino español”, soltó Dan. A mi también, y mucho. “Por eso vivo en España”, contesté.

Tim se sentaba a mi derecha, en un esquina del sofá, mientras que Dan observaba atento desde un sillón a la izquierda. Todos nos inclinábamos cada vez más hacia el televisor, ganando emoción ante el baile del pájaro. Los esfuerzos del Ave Fúsil en la rama de un árbol, con las patas danzantes de un lado al otro del tronco, delante de la pájara a la que quería seducir, culminaron en alucinación sexual para los tres. En un segundo, nuestros ojos apreciaron un movimiento inesperado de sus alas negras que logró envolver a la dama, tapando todo lo que acontecía entre ellos, transformando la apariencia en una bola de seda oscura, para ejercitar la copulación automática y un canto agudo final del ave macho, tan glorioso, que arrancó nuestros aplausos entusiastas. Tanto nos gustó, que Dan y Tim pensaron en alto una banda sonora inspirada en esta técnica amatoria.

Iros ya a hacer lo que sabéis, les dije. En el fondo traeréis a todos locos esta noche con vuestro pop de color y sintetizador, no os diferenciáis tanto, reí. Todo arte, luz y magia…sois los ases del baile cortesano de discoteca. Triunfaréis, como siempre, concluí. Sonrieron, y se quedaron media hora más. El documental aún no había terminado.

Tras el Ave Fusil conocimos a unos monos vegetarianos llamados geladas que prometían ser otra revelación en cuestiones de selección natural. El gelada es un mono gigante, cuyo pelamen en tonos marrón ya quisiera para sí la Carbonero, que vive en Etiopía y muestra cuello y pecho completamente pelados, como en carne viva. Cada macho custodia a varias hembras, las peina, alimenta, echa polvos y (lo más importante para ellas) mima a los pequeños gelados de maravilla. A Cut copy se le empezaba a hacer tarde para el recital, así que les dije cómo hacerse unos bocatas en la cocina y que, de paso, me trajeran otro. No había quien se moviera, expectantes ante la compleja vida del gelado macho, constantemente amenazado por el grupo de gelados solteros, desafiantes día tras día, ansiosos por robarle el puesto al asentado. Garras, colmillos como cuchillos, y zarpazos al contrincante, el gelado que ose perder una riña, demostrando menor fortaleza, es inmediatamente abandonado por el harén femenino. Y así, día tras día. Consecuentemente, el documental nos presentó a uno de esos solitarios monos tras haberlo perdido todo, y nos dio una pena espantosa. El rojo carne cruda de su pecho estaba apagado, seco, sin vida. Su mirada ennegrecida, vieja.

Tim nos sirvió la última copa de vino, agradeciendo pertenecer a la raza humana, pero temeroso ante la visión del próximo espanto animal.

A continuación, supimos el por qué de tanta lucha. En esta naturaleza cruel la mujeres deciden. Las hembras reptil, por ejemplo, eligen, según qué macho, el semen que las fecunda. Tras la penetración de uno de los dos hemipenes del varón, ellas aprueban si su semen es válido dependiendo del vigor y fuerza del individuo: si les gusta, se fecundan ellas mismas, si no, expulsan el semen. En el caso del pato las cosas se complican un tanto. El pene es una espiral rugosa de textura indescriptible cuyo diseño se basa en el esfuerzo cotidiano de intentar encajar en el hueco caprichoso interno de cada hembra. Estos casos en los que la hembra se lo pone difícil al macho se conocen en el argot científico como “elección críptica”. Vamos, que hay que trabajárselo mucho para concebir en el mundo animal.

Ni Tim, ni Dan, ni servidora dábamos crédito. A veces nos repugnaban ciertas imágenes, otras nos reíamos, algunas casi llorábamos. Dan llevaba una cadena muy fina al cuello, por encima de una camisa beige, que no paraba de chupar y morder. Tim escondía la cabeza bajo un flequillo negro, algo grasiento, muy propio de estrellas del pop actual. También agitaba la pierna nervioso. Mi pierna seguía quieta y dura, cómo no. En cambio, fumé muchísimo durante el documental.

El relato televisivo acabó con varios ejemplos de otros bichos comunes, como la mariposa, la golondrina o el pavo real, y sus alardes escénicos, tanto de movimiento, color o plumaje, para atraer la atención de las hembras de la especie. Lo que ninguno de los tres supimos anticipar es que estos gestos son también llamativos para los depredadores. En un momento de gloria y despliegue de un pavo real saltamos por los aires al comprobar cómo un leopardo se lo zampaba. El exhibicionismo conlleva sus riesgos. Nos miramos y Tim exclamó: “me pregunto cuántos animales macho habrán muerto sólo por intentar follar”.

Quedaba apenas una hora para su concierto y Dan hablaba por el móvil, con ese acento tan rugoso y hueco propio de los australianos, para que su Road manager viniera a buscarles en la furgoneta. No es que los fans de Cut Copy se comporten salvajemente, pero ninguno de los dos quería entrar tan tarde y por su propio pie en la sala del concierto. Mientras esperábamos, y para rebajar el ambiente hormonado del salón, nos hicimos una foto que salió borrosa. Una pena porque Tim y yo pusimos cara y garras de leones. También buscamos un rotulador para que me firmaran la escayola, pero no encontramos ninguno. Finalmente, y como colofón a una tarde de sudor, lágrimas y risas, Dan (qué mono) me ayudó a colocarme en la silla de ruedas. Coreamos el estribillo de uno de sus temas más bailables mientras hacían girar mi silla cuando sonó el telefonillo.

Muchas gracias por la visita a los dos. Nos vemos pronto, comenté convencida. Quizás coincidamos en Nueva York. “Si vienes a Australia podrías conocer al ave fusil”, dijo Tim. Sí, apuntó Dan, deberíamos verlo en directo. “Hoy voy a romper la guitarra a arañazos y vueltas”, soltó Tim. Yo creo que acabaré cantando mucho más agudo, lamentó Dan. “El público lo agradecerá”, sugerí. Y tras unos besos en la mejilla, se metieron contentos y deprisa en el ascensor, con destino a este reino cálido y más seguro que es el de los humanos.

APAREAMIENTO AVE FÚSIL MUSICADO


MiX TAPE 'A TALE OF TWO JOURNEYS'- CUT COPY

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